jueves, 29 de julio de 2010

Festivales de verano

Como no soporto las aglomeraciones no soy muy fan de festivales. De hecho, una visita veraniga a estos eventos me causaría más bien ansiedad y ataques de pánico. Pero entiendo y acepto que haya mucha gente para la que esta sea la experiencia más importante del verano.
Lo que se me hace más difícil de entender es a las personas que, con dos semanas de vacaciones, se tiran tres días en un macrofestival y la semana siguiente readaptando su cuerpo y su mente a la vida normal. Y es que entre el síndrome de Stendhal y el ciegazo de empalme a veces el cuerpo se resiente.
La ciencia me da la razón: recientes estudios científicos demostraron que tres días de alcohol, speed, MDMA y esa cosa rosa que le compraste a un punki el sábado por la noche no son sintetizados bien por el organismo si no duermes, al menos, 9 horas al día. Un alto precio que pagar para recordar a los tres primeros grupos de cada jornada y reinterpretar el resto de la velada a través de las fotos de tu móvil y las crónicas de la Mondosonoro.



Tiene que ser duro ser un grupo como Oasis y que nadie esté seguro de llegar a haberte visto en directo.

domingo, 25 de julio de 2010

La chavalada en Colón #1

Nunca he sentido una especial admiración por los adolescentes, con sus intrigas y sus silencios, y sus brazos y piernas tan largos. Pero si alguna vez volviera a los 14 años desearía ser uno de esos chavales con bicicletas bmx y longboards, que parecen los reyes del mundo, contando sus hazañas tirados en la hierba de la plaza de Colón.


















En algún punto entre Kids, Skins y The Warriors, etiquetas como skater, punk, emo o rapero confluyen en, simplemente, mutante.

miércoles, 14 de julio de 2010

El problema de la Roja #1

Al contrario que tanta gente de este país, me siento incapaz de participar de la euforia colectiva que estos días tiñe de rojo las calles y que proclama a los cuatro vientos el orgullo patrio. Por supuesto, he seguido con interés el juego de la selección los últimos meses, pero a la hora de mostrar mi alegría por el buen juego de los chicos, un vistazo a través de la ventana ha frenado mis ansias de expresarlo.
Hay quién me ha dicho que no siento los colores de la Roja. Y es que si tiramos de cromatismo no me queda más remedio que aceptarlo: la equipación nacional apesta.
Y de verdad que lo siento, pero la nuestra es la peor combinación de colores posible, un horror estético que sonrojaría al propio Fernand Léger. No sienta bien a casi ningún tono de piel y no combina con nada que tengas en el ropero. Es muy difícil no parecer un domador o una majorette enfundado en una camiseta de la selección, y si tu problema es el sobrepeso ten por seguro que cada pulgada de tu perímetro reclamará con orgullo su posición bajo la tela.
Seremos los reyes del mundo, los más campechanos y los que mejor se lo pasan, pero en el mundial de los colores me temo que, esta vez, somos el farolillo rojo.

Patriota, quizás; pero ¿a qué precio?

lunes, 5 de julio de 2010

Piscinas de Lago

Tengo una teoría que dice que acudir a una piscina municipal es una de las cosas más estresantes que existen. Aún así, alguna vez olvido esto y me dejo caer por alguna. La de Lago es la más over the top.
Básicamente, el recinto está dividido en dos secciones con sendas piscinas. La de abajo es un bol de cereales, un maelstrom de michelines resbaladizos y morenos, en ebullición al ritmo de politonos y estribillos bailables. Alrededor de sus aguas, familia y diversión recobran su significado más primigenio.
La piscina de arriba es una especie de Valhalla gay repleto de abdominales y pectorales de color naranja. En ella exhibes tu cuerpo, exhibes tu toalla, exhibes tu móvil, exhibes el libro que lees (¡con la portada siempre hacia afuera!), exhibes tu bañador ajustado como un pulpo a una roca.
Yo en una piscina soy un tío fuera de sitio que refunfuña y mira a todos lados porque siente que está perdiendo el tiempo y no sabe qué hacer. Me jode especialmente comprobar que alguna gente ha nacido para pasar su vida en piscinas. Todos ellos parecen bastente felices.


En un futuro cercano las guerras se empezarán a causa de móviles reproduciendo música en piscinas.